martes, 6 de diciembre de 2011

Memoria

Jacob Burckhardt, historiador suizo especialista en el renacimiento florentino, decía que la Historia es el mejor escape del presente, de un presente desalentador y convulso. Yo estoy de acuerdo con el, aunque también pienso que recopilar memoria, sí, recopilar memoria es precisamente lo que dota al presente de algún sentido.

Más allá del oficio de la Historia, de mi oficio, yo quiero esforzarme por traer los bolsillos llenos de mi propia memoria, de experiencias que le den un sentido a las formas que veo, a los ruidos o la música que escucho y a las texturas que rozan mi piel.

Quiero recordar perfectamente las comisuras de la piel, la textura de la voz y los movimientos característicos de quienes están… y de quienes se van.

Y no olvidar jamás a quienes ya se fueron.

Tío Andrés, voy a acordarme incluso de las cosas que no conocí de ti porque tengo infinidad de relatos tuyos, de cuando tú eras joven y yo no había nacido. Casi puedo verte cantando en una banda, escalando una montaña y enseñándole a mi papá a reír.

Te prometo que siempre voy a recordar a tu gato siamés, a tu perico que sólo sabía decir “puto” y al columpio que coronaba aquél jardín grande y verde. Voy a guardar bien la imagen de la cena de Navidad, cuando colgabas del perchero a tu hijo más pequeño, al que nombraste igual que mi papá. Va a permanecer siempre tu sonrisa gigante, maquillado del guasón haciendo reír a toda la familia.

Y en especial te recordaré recibiéndome en tu casa en mis días de juventud descarriada, cuando con sorpresa ví que una foto de tus sobrinos, incluyéndome a mí, adornaba tu sala.

Tío, me da tristeza saber que algo en tu vida no iba bien, que nos extrañabas mucho a todos, que querías estar más cerca y que no pude ir a tu funeral.